Lo que garantiza que todo funcione: el valor del seguimiento de calidad y el control interno

Por: Sofía Ortiz

Hay una parte de la auditoría que casi nadie ve.

No aparece en las fotos, no se menciona en las presentaciones finales y rara vez se habla de ella en las reuniones con clientes. Pero está ahí. Silenciosa, constante, imprescindible. Hablo del seguimiento del sistema de calidad y el control interno, ese engranaje que asegura que todo lo demás funcione como debe.

Trabajo en ese lado menos visible. Y desde ahí veo cómo se construye la confianza.

El sistema empieza a activarse desde el primer contacto con un posible cliente. Mientras otros preparan la oferta, nosotros ya estamos revisando: ¿Cumple los requisitos de aceptación? ¿Existe algún riesgo ético? ¿Somos independientes? Porque la calidad no empieza cuando se revisan los papeles del cliente, empieza cuando decidimos si debemos aceptarlo.

Luego viene la evaluación formal de independencia, otro de esos procesos invisibles pero vitales. Verificamos que no hay vínculos previos, intereses cruzados o amenazas a la objetividad. No dejamos que nada contamine el juicio profesional.

Una vez validado todo, se firma el contrato de auditoría. Parece un trámite, pero no lo es: detrás de cada cláusula hay control, revisión, responsabilidad. Y mientras el equipo auditor se pone en marcha, el sistema de calidad no descansa.

Revisamos cada fase: la planificación, la documentación, los procedimientos aplicados, la coherencia técnica de las conclusiones. ¿Se han aplicado correctamente las normas? ¿Está todo respaldado? ¿Se ha comunicado lo que se debía, como se debía?

No somos una barrera. Somos una garantía.

Este trabajo no es una segunda auditoría. Es una segunda mirada que protege el trabajo de todos. No se trata de encontrar fallos, sino de asegurarnos de que las decisiones se han tomado con rigor, basadas en evidencia y conforme al marco normativo: las NIGC 1/ES y 2/ES.

Además, con la nueva actualización del modelo 03 del ICAC, todo esto ha cobrado más peso. Ahora no basta con tener un sistema: hay que demostrar que funciona, que se revisa, que mejora. Y eso es precisamente lo que hacemos desde dentro.

Revisamos con lupa, sí. Pero también con propósito. Porque sabemos que una firma es tan fuerte como su sistema de calidad. Que una auditoría solo es fiable si hay un control real detrás. Y que la confianza del mercado no se gana solo con informes, sino con principios.

El seguimiento del sistema de calidad no es un proceso auxiliar: es un pilar que sostiene la confianza en nuestra profesión.

Porque lo que no se controla, no se mejora. Y lo que no se mejora, deja de ser calidad.