De jeroglíficos contables a verdades financieras: El papel del auditor como traductor oficial

Por: Andrés López

Los números nos hablan, pero no todo el mundo entiende su lenguaje

La auditoría financiera es una de esas actividades esenciales para el buen funcionamiento de los mercados. Sin embargo, paradójicamente, también forma parte de un subterfugio: su funcionamiento, su alcance y sus conclusiones rara vez son comprendidos, o siquiera conocidos por la mayoría de las personas ajenas al mundo contable y financiero. Dicho de una forma sencilla:

La auditoría es una actividad económica, que tiene por objeto revisar y verificar las cuentas anuales que elabora una empresa, bajo un marco aplicable (no es lo mismo una entidad sin ánimo de lucro que una con lucro) con el fin de emitir una opinión que aparecerá reflejada en la “obra magna” del auditor, el informe. Un breve documento de apenas unas páginas que apelmaza decenas, centenas e incluso miles de horas de trabajo con el fin de que terceros puedan tomar decisiones.

Por lo tanto, la relevancia de esta profesión radica en ser una actividad privada, pero de interés público que ofrece aseguramiento (o assurance en términos anglosajones). Dicho de otra forma, da seguridad razonable o confianza al mercado de que la información que publican las empresas es acorde a la realidad.

Pero ¿qué son las cuentas anuales? De forma sintetizada: Son el conjunto de informes que una empresa debe elaborar al cierre de cada ejercicio para mostrar tanto su situación económica y financiera, y el resultado de sus operaciones.

Para cualquier “persona de a pie”, lo que verá es un gran compendio de números sin sentido aparente, dispuestos unos tras de otros con alguna que otra nota en el que aclaran con un lenguaje confuso términos más complejos y entre tanta marabunta de cifras, el auditor es capaz de ordenar y dar sentido a esos números. Logra comprender la información que subyace entre ellos. Lleva a cabo toda una actividad digna de traductor. En términos de auditoría, se dice que los estados financieros ofrecen afirmaciones (assertions) que la dirección de la sociedad realiza implícita o explícitamente respecto al reconocimiento, medición, presentación y revelación de los mismos.

Estas afirmaciones deben ser validadas por el auditor y trasladadas a objetivos concretos. La literatura mencionada viene recogida y detallada en la NIA-ES 315-R (A189), pero el objetivo aquí será hacer un esbozo de lo que recoge la norma a través de un ejemplo concreto:

Cuando hablamos de que en el balance de la sociedad, aparece recogido en el epígrafe de clientes por ventas y prestaciones de servicios un importe de 65.000€, la sociedad está afirmando que:

Ese activo existe , es real y no está sobrevalorado. La sociedad tiene un derecho de cobro por valor de 65.000€ contra clientes. También nos informa de que el importe es íntegro, no hay ningún activo omitido y el total de derechos de cobro suma 65.000€, ni más ni menos. La partida que aparece es exacta, está correctamente valorada y asignada. Se entiende que está adecuadamente clasificada, es decir, todos los importes que suman el importe corresponden a clientes que tiene la sociedad y que por tanto, no se están mezclando importe de clientes con existencias o con inmovilizados de la sociedad. Por último, al detallar esta partida en el balance, está hablando sobre su presentación, la descripción de los clientes es relevante y fácil de entender. Estas afirmaciones son también extrapolables a pasivos y elementos de patrimonio neto.

Otras afirmaciones que aparecen son a la hora de hablar de ingresos y gastos recogidos en la cuenta de pérdidas y ganancias. De forma análoga, si aparece reflejado en el epígrafe de ventas y prestaciones de servicios un importe de un millón de euros se entiende que:

El total de transacciones (ventas) que ha realizado la sociedad a lo largo del ejercicio han ocurrido, por lo tanto han sido registradas únicamente operaciones reales. Esas ventas hacen referencia a productos que previamente habrán sido encargados por un cliente y que han sido facturados dentro del ejercicio. Se muestra la totalidad de las transacciones, cuyo valor suma el detallado, por lo que, se confirma la integridad de las operaciones. El importe reflejado es exacto, no ha habido errores u omisiones en su preparación. Las transacciones no tienen problemas de corte, las detalladas son todas referentes al ejercicio contable y no aparecen ventas de ejercicios anteriores o posteriores. También han sido correctamente clasificadas y presentadas, hacen alusión a ventas efectuadas por la sociedad compiladas en el epígrafe correcto, agregando información y descripciones fáciles de entender.

El auditor ante estas afirmaciones o aserciones deberá desarrollar estrategias de auditoría que puedan ofrecerle información suficiente y adecuada sobre la veracidad de estas afirmaciones y he ahí el grosso de su trabajo.

En el día a día, suele traducirse en muchas horas de trabajo, conversaciones con la gerencia, hilos de correos interminables o llamadas telefónicas intermitentes entre los miembros del equipo, a veces más o menos deseadas con el fin último de emitir una opinión, la conclusión del trabajo.

Cada vez la profesión de la auditoría de cuentas es más conocida, sobre todo cuando estalla un gran escándalo financiero, pero su verdadero valor no está en aparecer en los titulares, sino en mantener la confianza que sostiene a los mercados. Sin auditores, el sistema sería un castillo de naipes esperando el próximo soplo de desconfianza para venirse abajo.